Tras la segunda actuación con el show cinéfilo y la sala del Mig del Teatreneu petada, me queda claro que, definitivamente, no es un monólogo convencional. Baste decir que durante los 80 minutos no hubo ni un solo aplauso. Eso sí, hubo constantes risas y carcajadas. Al terminar algunas personas del público coincidían en que estaban demasiado absortas en seguir el argumento de la película y el consiguiente gag. Lo cierto es que el poco público que pude ver por los focos siempre tuvo la sonrisa en la cara y la variedad de las risas fue curiosa; unas veces contenidas (por el corte de algunos a reirse por la burrada en cuestión), en otros momentos localizadas (porque no todos entendían el chiste) y otras veces (las más) generales. Sé que el texto aún puede mejorarse y en eso voy a dedicar las siguientes semanas. Pero lo que sería erróneo por parte del público es comparar ambos shows, pues son radicalmente distintos en concepción y forma. Uno, lleno de tópicos y repleto del componente identificativo que ocasiona la guerra de sexos. El otro, especializado en una temática, más teatral y repleto de humor negro y cabrón. Para gustos, los colores.