Hace unos meses os comentaba cómo los cómicos nos enfrentamos de vez en cuando a los llamados fenómenos grupales. Sin embargo, a lo que me he enfrentado esta tarde es a lo que Rajoy llamaría “crispación”; un público serio, silencioso, sin ganas de relajarse y con un ánimo al borde del enojo. Lo mejor es no darle importancia y tratar de olvidarte de ello. No es fácil. Esta profesión suele ser bonita y reconfortante porque ves cómo gracias a ti la gente olvida sus problemas momentáneamente. Pero en otras ocasiones (como hoy) se los traen con ellos y no hay manera. Bofetadas de silencio a los gags que suelen terminar en carcajadas, algún bufido de enojo con algún un chiste machista light -cuando me meto con los hombres jamás pasa- o, en el colmo del desprecio, costarles darte un aplauso cuando has terminado. Sí. Hay días en los que uno desearía haber elegido otra profesión.