Pues sí, afortunadamente la actuación en Valladolid salió a pedir de boca. Y digo afortunadamente porque las condiciones del local impedían que pudiera usar el micro de diadema al que escénicamente estoy unido cuan cordón umbilical. Y es que para mí usar un micro de cable es un  auténtico coñazo. Yo me muevo mucho, gesticulo con las manos, teatralizo varias escenas y tener que verme con una mano impedida para sujetar el micro me hace sentir ciertamente amputado. Sin embargo, todo sopla a favor cuando el público viene con ganas de escuchar. Me encontré un público entregado que demostraba que la cultura de monólogo ya había echado raíces en el pub Connery. Todo pese a haber subido a la tarima algo nervioso consciente que mi madre y muchos de mis amigos llevaban muchos años sin verme en directo. Era una de esas noches donde un cómico piensa “ha de salir bien sí o sí porque solo tengo esta ocasión”. Y creo que salió muy bien. Muy muy bien. Yo, al menos, estaba feliz ahí arriba por las carcajadas que estallaban cada pocos segundos y que todas esas personas a las que quiero hubiesen elegido una actuación tan favorable. Así que he vuelto encantado, como os podéis suponer. Ojalá la próxima visita no se demore tanto.

En la sala, con la comitiva del extinto pub “La Máquina del Tiempo”