En pocas semanas voy a tener que dejar este piso de Valladolid donde vivo sólo desde hace 4 años para buscar otro compartido. Es lo que tiene tener que vivir en 2 ciudades, que tienes que limitar al máximo el gasto. Este lunes mismo empecé a empaquetar en cajas y me di cuenta lo monónota que se ha convertido mi estresante vida diaria. De hecho, ahora mismo podría vivir con una cuarta parte de esas cajas y seguro que durante meses no echaría de menos el resto. No obstante, sigo siendo bastante reticente a tirar cosas. Aún conservo los apuntes de mi facultad, una buena colección de números de El Víbora que quizás nunca vuelva a leer, otra manada de revistas Popular 1 acumuladas tras 5 años de compra religiosa mensual, un montonazo de libros de bolsillo, de fanzines y de comics cuyas cubiertas permanecerán cerradas hasta el fin de los días. Y así, mogollón de cosas más. Gracias a dios mi madre me dejará su trastero para meter todo este pilón de cajas. Porque ahora mismo, mi vida prácticamente se reduce a escribir, viajar y actuar. Y con el PC, la impresora, el ipod, mi cámara digital, material bajado del emule y algo de ropa… me puedo establecer en cualquier lado. Por supuesto, lo que más echaré de menos será disponer de la intimidad que proporciona vivir solo y, más aún, mi cama de metro y medio. Aunque, eso sí, haré lo posible por meterla donde vaya 🙂