Un hecho “curioso” que he observado en el Teatreneu es que, muchas veces, cuando termino el show y me tomo una cerveza con alguien del público que se me ha acercado (habitualmente, suelen ser chicas), llega un momento en que dejan caer que no me parezco al del escenario. ¡Toma, pues claro! Un cómico no deja de ser un actor, un personaje con un guión casi siempre ficticio -al menos, en mi caso- y con una interpretación buscando provocar unas emociones en el público. En mi caso, de hecho, la cosa aún es más “delicada”, pues debido a que en muchos chistes hago de tía (con los consiguientes gestos femeninos), casi todas acaban el show pensando que soy gay. Lo cual, si os soy sincero, no deja de ser en cierto modo halagador pues prefiero eso a que me digan “Chaval, deja de hacer de tía porque lo haces fatal y sobreactúas”. La gran pega es que, claro, si antes ya ligaba poco, ahora ni os cuento 😉