¿Medalla de caca?“Medalla de caca”. Creo que el concepto lo acuñé jugando en el cole de niño con mis amigos. Sí, porque si algo nos diferencia de las niñas a la hora de jugar es la salvaje competitividad que exhibimos. Mientras ellas juegan con la única intención de pasarlo bien, los niños no. A los niños nos gusta saber también quién es mejor que otro para, al terminar el juego, reírnos todos del más inútil.

Así surgió lo de “medalla de caca”. Había oro, plata y bronce para los tres mejores. ¿Y para el último? ¿Ánimos? ¿Aplausos? No. Le dábamos un premio acorde a su puesto: la medalla de caca (sí, así de cabrones podemos ser de niños).

El tema es que el concepto ha vuelto gracias a las partidas de dardos. Cuando estoy unos días por Valladolid y quedo con los amigos,  casi siempre solemos terminar jugando al cricket. Recuerdo la inocencia de nuestras primeras partidas de treintañeros cuyo único propósito era no fallar demasiado. Eran tan inocentes y livianas…

Sin embargo, según pasaron los años y nuestro acierto se depuró, también lo hizo nuestra mala baba. Nuestras partidas de ahora ya no consisten tanto en ganar sino sobre todo en no quedar el último. Sí, sí, esto es casi más importante que resultar vencedor.  ¿Por qué? Por nuestro ritual de humillación.

Al principio, hace 2 años, al terminar la partida el protocolo consistía en que cada uno de nosotros señalaba con el dedo al último clasificado mientras le gritaba “¡Caca!” en honor a la medalla obtenida. Un año después añadimos el coro, que consistía  en lo mismo pero en gritárselo todos al unísono. Meses después el grito de “¡Caca!” se transformó en “¡Caca de la vaca!” y en mi última visita a Valladolid ha mutado en “¡Caca de la vaca Paca!”.

Sí, lo sé, parecemos subnormales pero os puedo jurar que aquí en Barcelona echo de menos esta rutina mongólica tan entrañable. Sobre todo porque si algo tiene de bueno estar allí con tus amigos de toda la vida es que, de vez en cuando, puedes comportarte como un niño sin que ninguno te lo recrimine. Y no lo hacen porque ellos mismos también disfrutan sintiéndose como tales.