Maria Luisa fue mi profesora de 3º EGB y era la más veterana del colegio. Cuando entramos en su clase con 9 años ella debería rondar los 60. De baja estatura y rechoncha, tenía fama entre los niños de autoritaria y de implacable abofeteadora, por lo que el primer día de clase entramos a acojonados. Maria Luisa acabó por ser la mejor profesora que jamás he tenido. Férrea en su método de enseñar, sabía ser comprensiva y cariñosa en el punto exacto para evitar que ningún crío se le subiese a las barbas. Por detalles como nombrarme delegado de la clase o mandarme cada dos por tres a por fotocopias, sé que yo era uno de los alumnos en quién más confiaba. Pero hay un momento en que nunca olvidaré y donde me gané una bronca descomunal.
Resulta que allí usábamos folios tamaño cuartilla, de ésas compuestas de dos líneas horizontales a lo largo de toda ella para que tu letras quedase entre ambas. Allí cada alumno no usaba paquetes de esas cuartillas, sino que cada vez que terminabas una, te levantabas a por otra. Pues bien, yo por aquel entonces ya era un perfeccionsita enfermizo y si al poco de empezar a escribir la hoja me equivocaba, en lugar de meter un tachón, me levantaba a por otra y todas las hojas “chungas” las iba guardando entre las páginas de mi libro de matemáticas. A mitad de curso tenía ya unas 20 y no recuerdo por qué no las tiraba. El caso es que un día me levanté con el libro de matemáticas a preguntarle una duda y, allí, en mitad de la clase se cayeron al suelo todas las hojas “chungas”. La mujer enloqueció, se puso roja, con los ojos desorbitados y me empezó a chillar por aquel desperdicio. No recuerdo si me arreó alguna bofetada pero sí que terminé llorando. La bronca fue tal que en el recreo muchos niños vinieron a solidarizarse conmigo.
El castigo de Maria Luisa consistió en aprovechar todas esas hojas del suelo y no volver a escribir en otra nueva hasta que hubiese reciclado todas en mis futuros trabajos. Hasta para eso tenía clase esta mujer. En lugar de castigarme sin recreos, María Luisa se aseguraba que aprendiese la lección. El último día de clase todos los niños le llevamos algún regalo y durante 4º EGB algunos nos escaqueábamos para ir visitarla mientras daba clase. Es curioso. Ese curso de 3º EGB, en mayor o menor medida, todos los alumnos acabamos llorando en clase víctimas de las broncas de esa mujer pero pasaron los años y doy fe que pasaron los años y con ellos nuevos profesores y ella fue la única docente a la que los niños le regalamos algo al terminar el curso.
que recuerdos quién pudiera volver a esos años!
muchos ánimos, sigue adelante con lo que has decidido hacer, con o sin apoyo, es tu vida, y tu decides que hacer con ella.
besos