Cada vez que actúo en La Máquina siempre estoy algo más nervioso de lo habitual, pues no deja de ser una especie de “casa” que ha sido testigo de mi evolución profesional estos años. Y quizás ese protocolario tembleque obedezca a querer hacerlo lo mejor posible. O también quizás sea porque esa noche tengo reunida en un mismo local a mucha gente a la que quiero que, aún sabiéndose muchos de los chistes, sigue acudiendo a cada cita en una enternecedora muestra de cariño. O tal vez sea también que el público de esos shows, sea conocido por mí o no, siempre viene predispuesto a reírse. O a lo mejor… No lo sé. Pero algo mágico hay en ese pub. Algo que, mientras estoy en escena, me hace dar gracias a dios por estar vivo.