Bajo este título se encierra uno de los fenómenos que creo que todo cómico ha sufrido alguna vez. El de actuar con tu mejor repertorio y notar que pasan los minutos y la gente está sosísima, parada, sin ganas… Hay un silencio inédito y los chistes blindados que otros días causaban un descojone total hoy apenas arrancan un tímido “je, je…”. Por lo visto, según me comentó una amiga psicóloga, esto forma parte de los llamados “Fenómenos Grupales”. Un comportamiento del público que no depende tanto de la calidad del show que contemplan como de la suma de la sinergia de cada asistente. Le pregunté si ese comportamiento pudiera ser anticipado minutos antes pero, obviamente, me dijo que no. La gente que ha subido jamás a un escenario no puede entender esto. Les dices (en mi caso) que esta tarde en el Teatreneu me ha tocado un público que no quería reirse y no te creen. Y lo entiendo. Lo natural es que consideren que si entran a verte 80 personas, entre esas 80 haya de todo; gente predispuesta a reir, gente amargada, gente neutra… pero no. Parece como si, de manera telepática, todos se pusieran de acuerdo en una actitud consensuada frente a ti: joderte el show y minarte el ánimo. Y puedo dar fe que alguna noche lo han conseguido.
Por que no:)