Con el paso de las semanas poco a poco he ido adquiriendo una rutina de vida en Barcelona y consiguiendo adaptarme a vivir aquí con muchas menos comodidades de las que tengo en Valladolid (¿una versión light del síndrome de Diógenes?). Cierto es que agobia un poco tener una única habitación donde poder meter todas tus cosas y, además, que sea tu lugar de trabajo. Pero ahora que empieza a hacer bueno lo soluciono bajando al parque que tengo al lado con el ibook. Pillo un banco, un trozo de red wifi que robo a alguien, abro una lata de cerveza y hale, a seguir escribiendo. Reconozco que mi manera de trabajar es un pelín extraña. Para repasar los textos tengo la sana costumbre de ir caminando por la calle despacito recitándolo por los bajines. Este autistamiento tuvo su origen la primera semana que llegué a Barcelona en Enero, dado que por entonces me alojaba en un hostal en cuya micro-habitación apetecía hacer de todo menos quedarte dentro. Tenía al lado la Diagonal y empecé darme por allí paseos para reordenar el repertorio y quitar los chistes que no funcionaron la tarde anterior. Obviamente había gente que se me quedaba mirando y que de seguir por ahí seguro que varios me conoceríana como “El loco de la Diagonal”. Pero como esa manera de repasar me pareció eficaz y relajante, la he seguido adoptando.A lo que voy es que cada vez tengo más claro que si el trabajo acompaña me da que poco a poco voy a terminar quedándome en la ciudad culé. Aunque dada esta mala temporada veraniega para el teatro, no será hasta final de año cuando lo sepa mejor.
Deja tu comentario