Sí, puedes ser un cómico y encontrarte que el público no quiere reír.Los humoristas no somos flautistas de Hamelin de la risa y jamás lograrás ni una sola carcajada si te falta el elemento básico: la predisposición de tu público a escuchar.
El tener al público frente a ti mirándote, el guardar silencio, el demostrarte interés. Todo monologuista sabe cuan importante es esto para que su trabajo salga bien.
Pues bien, justo este problema me lo encontré recientemente cuando una empresa decidió contratarme para su comida de empleados.
El símil del pastel
Pensad por un momento en un apetitoso pastel de chocolate. Puede estar preparado de manera artesanal, con los ingredientes más naturales del mercado y oler a exquisito cacao caliente pero nada servirá si a ti, ahora, no te apetece comer chocolate. Y si alguien te insiste en hacerlo buscarás excusas justamente porque no te apetece: el bizcocho está algo duro, el chocolate pringa demasiado, sabe demasiado dulce…
Cuando el gestor de una empresa contrata un monólogo para amenizar la cena a sus empleados sin que estos lo hayan solicitado, les está preparando una ración de pastel de chocolate sin avisar. Él de buena fe pensará que será una sorpresa que a todos gustará, pero lo que desconoce es que va a obligarles a comer ese pastel a la hora que él decida y sin saber si a sus compañeros tienen hambre.
Imaginad pues qué ocurrió cuando tuvo lugar la actuación: cierto estupor entre los presentes, nula disposición a escuchar, desgana y por ende, un público sin ganas de reír. Yo, claro, me sentí fuera de lugar. Por si fuera poco, al terminar me insinuaron que la culpa fue mía por no haber elegido bien los temas, por no haber sabido conectar y que mi interpretación no fue buena (“el bizcocho está demasiado duro”, “el chocolate pringa demasiado”, “sabe demasiado dulce”… ).
Pocos días después usé esos mismos chistes en el Centro Cívico Teixonera donde por esta foto podéis podéis ver que hubo un público de todas las edades. ¿Qué pasó allí? Carcajadas desde el primer minuto. ¿Por qué? Ellos sí estaban deseando un pastel de chocolate.
Hola Ramón,
Estoy totalmente de acuerdo contigo. A veces, en las empresas falta un poco de planificación de la comunicación interna a la hora de elegir ciertas actividades. De todos modos, yo me dedico a impartir formaciones (que nada tiene que ver con dar monólogos, claro está). Lo único que veo vinculante es que en cierta manera tienes que adaptar el discurso (o monólogo) al público al que te diriges. Tus espectáculos en El Llantiol son geniales (los he visto) y estoy seguro de que encajan a la perfección en un centro cívico, pero no sé si (los del Llantiol) lo harían tan bien en una empresa. En todo caso, y más allá de esta puntualización, estoy totalmente de acuerdo. Un saludo.
Gracias por tu comentario, Carlos. Evidentemente llevas razón y cuando actúo en (por ejemplo) una cena de empresa soy consciente que no puedo estar los 90 minutos del Llantiol porque el público como mucho me aguantará 20. Son breves actuaciones donde intento volcar mi humor más cotidiano y blanco para no herir a nadie. Pese a todo, todo mi esfuerzo puede resultar baldío si la mayoría de los presentes no tiene ganas de escuchar. Te aseguro que son momentos donde no importan tanto la calidad de los chistes como las ganas de recibirlos. Un saludo
Tienes toda la razón….el sábado vinimos a verte un grupo de amigos, con predisposición, con muchas ganas que eso es lo importante; desde que se abrió el telón hasta que se cerró no dejamos de reir..teníamos ganas de ” pastel de chocolate” y nos lo comimos entero. Pero además de la predisposición es necesario un artista y ahí entras tú, así que no dejes de hacer reir porque no es fácil y sí muy necesario. Mi admiración hacia artistas como Tú.
Gracias por tu comentario y vuestra visita al Llantiol, Ágata. Me alegra que os gustase el show. Un abrazo.