La poca actividad bloggera de estos días no obedece a que me haya tomado unas merecidas vacaciones sino por el cristo que tengo montado en casa con la mudanza. La tengo como si me hubiesen entrado a robar; todo por los suelos. Llevo desde el lunes en un sin vivir a base de empaquetar cosas, seleccionando con qué quedarme de todo lo que almacena mi trastero y haciendo múltiples viajes con el coche cargado de “trastos” a uno de los puntos limpios de Valladolid. Ya he tirado casi todas mis casetes, quedándome como recuerdo algunas de las originales que más cariño tenía, como las de Parchís y las de Queen. Me he deshecho de muchísimas cintas de VHS donde tenía grabadas películas desde que era un chaval y que, seguramente, hoy estarían jodidas por el mero paso del tiempo. Me he visto forzado a seleccionar muchas de las revistas musicales que tenía, decidiendo conservar un par de ejemplares de cada una: El Gran Musical, Metal Hammer, RockPop… aunque por ahora no me atrevo a tirar la colección de más de 100 números de Popular 1. Y debido a lo mucho que ocupaban, he tirado casi todo el stock de fanzines LSD´s optando por “salvar” 10 colecciones para venderlas cuando me haga famoso 😉 No os voy a intentar convencer –seguro que lo habéis vivido- de lo traumático que resulta tener que deshacerte de cosas que has ido guardando desde hace 20 años, pero cuando te toca vivir entre 2 casas (ambas separadas por 800 km) y donde ninguna es tuya, no queda otra. Eso sí, me tendrían que poner un revolver en la boca para tirar las frikadas que habéis visto estos años por la sección de coleccionismo del blog. En fin, que esta tarde sigue la “fiesta” y en cuanto termine de subir esta entrada voy a llevarme al punto limpio mi vieja torre, un monitor de tubo y el entrañable escáner del que os hablé hace poco. No queda otra y todo sea por terminar de una vez para por fin descansar unas semanas sin viajar. Lo único que me gustaría saber es cuando llegará el momento de poder volver a abrir todas estas cajas repletas de recuerdos sin tener que preocuparme (¡por fin!) de tener que guardar los embalajes.