Hoy me he ido al C.C. Vallsur buscando unos pantalones negros. Necesitaba unos a caballo entre informales y de vestir. Si a eso le añadimos que con la ropa soy un poco rarito, normal que tras visitar varias tiendas no encontrase nada. No obstante, justo cuando me iba, pasé por delante de un escaparate cuyos maniquís llevaban unos que, aparentemente, quedaban muy bien. Entro a preguntar y me llevan a un mostrador especial donde veo, atónito, que valen 129 euros porque –¡atención!- son de diseño exclusivo y sólo hay 15 unidades. Además, si me los llevo, me regalan un libro (aproximadamente de 40 x 30 centímetros) que te explicaba cómo confeccionaban esos pantalones tan chulis (¡toma ya!). La chica, en apenas ese minuto que le concedí, me dijo que sí, que tenían un precio elevado pero que tenía su porqué. Un “porqué” que, obviamente, ni me explicó ni tuve ganas de preguntar. 129 euros. ¿Quién puede estar dispuesto a pagar 21.500 pesetas por unos vaqueros “exclusivos” cuya textura, a simple vista era básicamente la misma que cualquier otro?