Sí, literalmente a punto de morir. El pasado 17 de abril iba a empezar las clases de yoga que ofrecía el Ayuntamiento. Puntual, llegué allí, y la profesora nos mandó colocamos de pie uno detrás de otro a una distancia prudencial. A continuación, nos mandó cerrar los ojos y comenzar a dar girar el cuello lentamente de forma circular.

Pues bien, no sé qué fue lo que provocó mi desmayo porque no recuerdo nada. Lo que sí sé (porque me lo han contado) es que al desplomarme hacia atrás mi cabeza golpeó contra el suelo quedando inconsciente. Me trasladaron rápidamente en ambulancia al hospital clínico e ingresé en la UVI aún sin sentido pero con fuertes convulsiones espasmódicas. Tan violentas que tuvieron que atarme a la camilla para evitar que me soltasen los numerosos tubos que habían acoplado a mi cuerpo.

Sin duda, si alguien lo pasó mal fue mi madre a quienes los médicos le auguraron dos posibles finales: mi muerte o una tetraplejía.

Afortunadamente, a los 2 días de estar inconsciente en la camilla recuperé el conocimiento y me bajaron a planta. En total, he estado 9 días ingresado donde he tenido los dolores de cabeza más espantosos de mi vida pero parece que todo quedó en un susto. Realmente no exagero cuando digo que he estado a punto de morir (ahí quedan los negros augurios del médico a mi madre) y por eso en 15 días tengo que someterme a nuevas pruebas.

Son sustos así repentinos y sin avisar los que te hacen darte cuenta de lo que importa y lo que no en la vida. Lamentablemente solemos perder esta cordura cuando poco a poco volvemos a la rutina y el tiempo deja en un mal recuerdo estas experiencias.

Desde aquí quiero agradecer las visitas de mis amigos preocupados por mi estado y reconfortándome con su cariño. Es a ellos a quienes quiero dedicar esta nueva prórroga que parece me ha concedido la vida.