Es cierto que mientras tengo un monólogo en cartelera no dejo de ir añadiendo cositas nuevas con el paso de las semanas que añaden mejoras y completan chistes. Sin embargo, dado que los estreno sin haberlos rodado previamente, el conseguir llegar a un punto donde considero que el guión no desmerece al del espectáculo anterior me provoca una enorme satisfacción. “100 maneras de parecer imbécil” ha sido, de largo, el espectáculo con cuyo guión más he sufrido de todos los que tengo. Tuve que cambiar el título, el diseño del cartel, el 70% de los chistes… No me resignaba a que no estuviese a la altura de los otros y, sobre todo, no podía soportar la idea de que los espectadores pudieran salir del teatro pensando “Éste es el más flojo de todos”. Por eso, cuando he visto las caras del público al salir en estas últimas funciones -y sobre todo la de ayer- , sé que el peligro ya ha pasado. Toca descansar.